lunes, septiembre 07, 2009

¿Puede el ser humano destruir el planeta?

Cualquiera que tenga una computadora con conexión a Internet puede escribir en un motor de búsqueda como Google u otros las palabras “destrucción del planeta” en cualquier idioma y encontrará decenas de millones de sitios o páginas que le explicaran con fotos, videos y textos cómo el ser humano en su inconciencia planetaria esta destruyendo la madre Tierra.
No estoy de acuerdo con esa afirmación y los que ya me conocen saben que soy un militante ecológico de hace muchísimos años, mucho antes de que la ecología se transforme en un excelente negocio.
Afirmar que estamos destruyendo el planeta si no es alimentado por una profunda deshonestidad, es al menos, un exabrupto.
Como astrónomo y geólogo aficionado, profesor de biología y químico que soy pienso que por más poderoso que pueda ser el género humano con su inteligencia y toda su tecnología, no podrá nunca destruir el planeta tierra.
Esta entidad astronómica existe desde mucho antes que nosotros y, a pesar de nuestra presencia y nuestros actos, perdurará por al menos cinco mil millones de años más. La vida apareció hace cuatro mil millones de años y evolucionó atravesando catástrofes planetarias mucho más graves que un simple recalentamiento de algunos grados. Miles de especies animales y vegetales pasaron por la tierra y un día por diferentes razones -cambios, mutaciones, competencias o errores- desaparecieron, dejándonos, en muchos casos, sus fósiles (podemos suponer que algunas formas de vida no dejaron rastros).
Pretender que nuestras acciones, aún las más terribles desde el punto de vista ecológico, podrían ser más determinantes que una actividad volcánica generalizada como la que aconteció hace 200 millones de años o como el supuesto meteorito que marcó el exterminio de los dinosaurios, es ser muy pretensioso.
No hay que olvidar que luego de esos acontecimientos el planeta no fue destruido (solo modificado) y que la vida no solo no desapareció (pocas especies sufrieron) sino que continuó un salto evolutivo importante que permitió a los mamíferos ocupar la cima de la evolución.
Estoy convencido que el discurso instalado en los medios sobre la destrucción del planeta sirve para ocultar una realidad mucho más grave que toca a la ecología social.
El principal problema se encuentra en las desigualdades planetarias en la utilización de los recursos naturales. Los países explotadores sin vergüenza de las riquezas del planeta (los países “desarrollados” o ricos) construyen un discurso “culpabilizante” para que los países que pretenden ser ricos o desarrollados no lo logren.
En mis conversaciones sobre este tema con mis alumnos trato de darles argumentos e informaciones para que tomen conciencia de nuestro rol (aquí en Canadá) de consumidores sin vergüenza de enormes cantidades de energía. No pretendo llevarlos al suicidio, solo pretendo que dejen de mirar a los pueblos de los países en desarrollo como destructores del planeta o como pueblos atrasados.
Si estos jóvenes son incapaces de modificar su manera de consumir, al menos que dejen de buscar los culpables en los otros. Pero, si se sienten intrigados por el desequilibrio entre le norte y el sur o por el desequilibrio dentro de su propia sociedad, les propongo tratar de comprender cómo hace esa gente para vivir de otra manera, consumir de otra manera (es evidente que no lo hacen porque tengan conciencia planetaria, lo hacen porque no tienen otra opción).
El día en que todos los chinos y todos los habitantes del sur de Asia (tres mil millones de habitantes) consuman la misma cantidad de energía que los de América del norte o Europa el planeta no podrá soportarnos y nos eliminará.
Los habitantes de los países ricos no quieren que todos los humanos consuman lo mismo, esos seres humanos que viven en condiciones de privilegiados, quieren seguir siéndolo. Una de las preguntas que les hago a mis alumnos es ¿quién está dispuesto a cambiar su situación actual por la de un habitante de África central?
La idea, entonces, es tomar conciencia de una realidad que va más allá de lo cotidiano, el planeta “se muere de risa” de nosotros, representamos una ínfima parte de su química y de su biología, no somos más que un pequeño paquete de moléculas que se organizaron por un tiempo pero que no estarán más dentro de un rato (en términos astronómicos).
Tomar conciencia del daño que causamos a nuestros semejantes por nuestras acciones de consumo debería llevarnos a proponer gestos y comportamientos simples pero profundos para tratar de ser coherentes con esa visión.
No es fácil pero no es tampoco una campaña para recuperar o para reciclar. Debemos salir del discurso homogeneizante que pretende que todos entremos en la misma religión con un solo slogan o dogma “hay que salvar el planeta” cuando en realidad se está salvando la riqueza y el poder de unos pocos: los que inventaron esa religión.
En la descripción del proyecto educativo del instituto en el que trabajo, una frase dice así (traducción libre) “Educar es permitir a una persona ser dueña de ella misma, capaz de construirse modelos personales a seguir y defender oponiéndose a los modelos impuestos por la opinión publica, ya que esta opinión, que es de todos, en definitiva no es de nadie”.
El planeta, entonces, está bien a resguardo, nosotros, en cambio, estamos a préstamo y por poco tiempo.

1 comentario:

  1. Es una verdad que es dificil de hacer comprender a mucha gente, pero resulta siendo una verdad de todas formas... Es interesante porque este verano he escrito un texto sobre el mismo tema(el fin del "mundo") y acabo de leerlo nuevamente: me di cuenta que tenemos varios puntos en comun en nuestras observaciones (claro que usted me ha inspirado durante sus clases, pero de todas maneras lo he escrito de mi propia cabeza)...
    Quisiera tanto que mas gente se entere de esta verdad y que pare de vivir dentro de la ideologia cerrada y hipocrita que le impone la prensa. Para mi, la ignorancia pubica es el segundo defecto mas horrible de la humanidad. La primera es el egoismo, que crea la ignorancia.

    Anita Tapia, alumna suya.

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